Se cuenta que en el mundo del circo se somete a los elefantes recién nacidos a un entrenamiento llamado “cadena del control”. En cuanto nace, se ata la pata del elefante a una estaca. No importa cuánto trate de soltarse, no puede lograrlo. Pronto, el joven elefante se da por vencido y deja de tirar de la cadena. Acepta el hecho de que no tiene la fuerza para librarse. Con el tiempo, el elefante crece, llega a la edad adulta y alcanza un enorme tamaño. Sin embargo, su mente se queda atorada en la etapa infantil. A pesar de que posee la suficiente fuerza física como para librarse con facilidad de sus cadenas, carece de la capacidad mental y emocional para lograrlo… y ya ni siquiera lo intenta.
Los adultos que en su niñez fueron víctimas del abuso, viven esa misma contradicción. Su percepción de la realidad está distorsionada. Se ven a sí mismos como incapaces de soltarse de aquello que los ata. ¡No se dan cuenta de que Dios puede romper las cadenas que los unen al abuso del pasado y que él tiene el poder para liberarlos!
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.(Gálatas 5:1)
El que depende de los demás… Delega sus responsabilidades en las distintas áreas de su vida a otros y utiliza el pretexto de que “no puede” para obtener el apoyo de los demás. Con esa máscara que utiliza, envía el mensaje, “Yo te necesito” y aún cuando llega a la edad adulta, sigue recurriendo a esa arma poderosa para controlar y manipular a los demás.
El que complace a todo el mundo… Vive bajo el lema “mantendré la paz a cualquier precio”. En su deseo de complacer a todo el mundo, ese individuo paga un precio muy alto para obtener la aprobación y aceptación de los demás. Cuando el complaciente llega a la edad adulta, ya ha perdido gran parte de su identidad como persona.
El que lo soluciona todo… Padece de una baja auto-estima e intenta compensarla sintiéndose responsable de solucionar la vida a los demás. Las personas que pretenden solucionarlo todo son consideradas muy sacrificiales, interesadas en los demás y muy espirituales. Sin embargo, esto puede ser un problema, pues están tan preocupadas por arreglar la vida de otros, que se olvidan de sus propias necesidades.
El que siempre logra lo que se propone… Aparece como alguien altamente competente y parece tener todo bajo control. La meta de esa clase de personas es hacer todo de manera perfecta. A pesar de que sí existe cierto nivel de satisfacción personal al realizar tantas cosas tan bien, internamente se sienten paralizados por el miedo de que se descubran sus debilidades.
• El que controla todas las situaciones… Sólo se siente seguro cuando tiene el control de todo. Cuando alcanza la edad adulta, el controlador llega a creer que siempre tiene la razón y que los demás lo tienen en alta estima. El temor a mostrar vulnerabilidad es lo que hace que ese corderito se comporte como un león.
• El mártir…. Con frecuencia sufre en verdad. Ciertamente una persona que ha sido víctima de algún tipo de abuso merece la compasión de otros, pero el mártir pretende controlar a los demás exigiendo compasión por tiempo indefinido por haber sido sacrificado en el altar del abuso.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.(Hebreos 12:1–2)
“Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano”.(Salmos 10:14)
Salmos 91
La recuperación es un proceso que lleva tiempo y tiene períodos de regresión. Puede que tenga temporadas en las que parezca que no hay ningún avance. El primer paso es tomar la decisión de querer recuperarse y creer que esto es posible sólo con la ayuda de Dios. Si pone su esperanza en él, busque conocer su plan para usted y espere pacientemente, él le mostrará el camino.
Enfrente su prisión.
¿Se siente incapaz de relacionarse bien con los demás?
¿Desconfía de los demás?
Enfrente el pasado.2
Recuerde que este es el primer paso hacia la recuperación.
Lleve un diario que le ayude a caminar a través de las diferentes etapas de su pasado…
enfrente el hecho de que sufrió de abuso
recuerde cómo se sintió cuando abusaron de usted
intente sacar la furia que sintió cuando abusaron de usted
Enfrente sus patrones de conducta.3
“¿Qué está haciendo para satisfacer sus necesidades interiores?”
¿Está comprometiendo sus valores para sentirse amado(a)?
¿Es perfeccionista, adicto al trabajo o siempre quiere solucionarlo todo para sentirse importante?
¿Depende más de lo debido de otras personas para sentirse seguro?
Descubra su gran secreto.4
Hablar acerca del pasado ayuda a ubicarlo en la realidad.
Contárselo a alguien le da credibilidad a su pasado.
Enfrente el dolor.5
El dolor confirma la situación de abuso.
El dolor expresado es dolor liberado.
Enfrente al agresor, pero evite el peligro.6
Cuando llegue el tiempo apropiado, pida a alguien de confianza que lo acompañe.
Vaya preparado(a) para que el agresor niegue las cosas.
Enfrente el perdón.7
Perdone al agresor.
El perdón le da a Dios la libertad de tomar la venganza en sus manos.8
Enfrente el hecho, Dios lo permitió.9
Distinga entre el libre albedrío humano y la voluntad de Dios.10
Dios juzgará todo pecado.
“Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas”. (Salmos 25:3–4)
Usted puede despojarse de esa mentalidad cambiando la manera en que se percibe a sí mismo. Cuando era niño(a), estaba indefenso(a), pero ahora que ha alcanzado la edad adulta, tiene capacidad para enfrentar e impedir cualquier abuso.
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. (1 Corintios 13:11)
Sí. El ve su dolor y lo toma muy en serio.
“Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; A ti se acoge el desvalido; Tú eres el amparo del huérfano”. (Salmos 10:14)
Dos de los atributos que Dios posee son su omnisciencia (todo lo sabe) y su omnipresencia (está en todas partes). Dios nunca desea el mal, y él está a nuestro lado cuando somos víctimas del sufrimiento.1
“Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos”. (Proverbios 15:3)
“Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”. (Lamentaciones 3:33)
Alcoholismo y drogadicción:
Cómo reconstruir su vida después de haber tocado fondo
Abuso sexual infantil:
El torbellino interior
Su valor personal:
Una cuestión de visión
El abuso espiritual:
Atrapados por la tradición
Violencia doméstica:
Ataque contra la dignidad de la mujer
Si desea más información, llame al 1-800-488-HOPE (4673) o visite www.hopefortheheart.org
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Nuestros representantes le atenderán con gusto.
1. David A. Seamands, If Only, “Si tan solo…”) (Wheaton, IL: Victor, 1995), 59.
2. Dan B. Allender, The Wounded Heart, “El corazón herido”, (Colorado Springs, CO: NavPress, 1990), 183–97.
3. Lynda D. Elliott y Vicki L. Tanner, My Father’s Child: Help and Healing for the Victims of Emotional, Sexual, and Physical Abuse, “La niña de papá: Ayuda y recuperación para víctimas de abuso sexual y físico”, (Brentwood, TN: Wolgemuth & Hyatt, 1988), 109–24.
4. Allender, The Wounded Heart, “El corazón herido”, 197.
5. Joyce Meyer, Beauty for Ashes: Receiving Emotional Healing, “De las cenizas a la belleza: Experimentando la sanidad emocional” (Tulsa, Okla.: Harrison House, 1994), 52–53.
6. Ellen Bass y Laura Davis, The Courage to Heal: A Guide for Women Survivors of Child Sexual Abuse, “El valor para sanar: Una guía para mujeres que han sobrevivido al abuso sexual infantil”, (New York: Harper & Row, 1988), 134–36.
7. Malcolm Smith, No Longer A Victim, “No más una víctima”, (Tulsa, OK: Pillar, 1992), 25–27.
8. Allender, The Wounded Heart, “El corazón herido”, 227–29.
9. Doris Van Stone Erwin W. Lutzer, No Place to Cry: The Hurt and Healing of Sexual Abuse, “No hay lugar donde llorar: El dolor y la recuperación del abuso sexual”, (Chicago: Moody, 1990), 90–92.
10. Smith, No Longer A Victim, “No más una víctima”, 33–35.
Todas las citas están tomadas de la Versión Reina Valera Revisión 1960. © 1988 Sociedades Bíblicas Unidas Todos los derechos reservados.
© 2006 HOPE FOR THE HEART• • • • •
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