Se estima que para el año 2010 los hispanos serán el grupo étnico más grande en los Estados Unidos. Los latinos se han infiltrado en todas las esferas del mundo público, desde la política hasta el mundo musical norteamericano. Entre muchas de las cosas por las cuales somos conocidos los latinos, están los lazos íntimos familiares.
Somos un pueblo conocido por el vínculo de amor que une a nuestras familias. No obstante, la influencia de la cultura norteamericana fácilmente ha hecho que nuestros hijos vayan asimilando nuevas costumbres y estilos de vida.
Esto no es necesariamente malo. Pero sí debemos evitar que las diferencias comiencen a crear un abismo en la comunicación entre los padres y los hijos.
En mi ministerio, los jóvenes pasan poco tiempo con sus padres, y temo que el tiempo que pasan juntos no sea de calidad.
Hace poco, vine de un viaje de Nashville. Estando allí, el editor para una publicación cristiana, me decía que en el verano, sus hijos estarán durmiendo en casas ajenas casi todo el tiempo, u otros muchachos estarán viviendo en su casa. Un padre debería conocer a fondo a sus hijos y discernir cuando algo bueno puede convertirse en algo malo.
Sin juzgar a este padre, comparto esto solamente como ilustración de la tendencia que existe en las familias de permitir que durante grandes períodos de tiempo se evapore la comunicación en el hogar.
Factores como los amigos, el teléfono, los deportes, las salidas, y la iglesia, pueden robarles a los padres tiempo semanal para hablar y compartir con sus hijos.
Cuando era niño, y también en mis primeros años de adolescencia, me acuerdo que siempre salía con mis padres, y que a menudo me rodeaban personas adultas.
También recuerdo que no escasearon las
oportunidades de relacionarme con mis amigos. Siento que tuve lo mejor de los dos mundos. La influencia de mis padres y otros adultos en mi vida me ayudaron a crecer emocionalmente saludable, y me dieron principios morales que me ayudaron a no desviarme del camino correcto.
Hoy, los jóvenes se retrasan en su transición de la adolescencia a la vida de adulto, y mayormente buscan entre ellos mismos consejos para la vida. El poco contacto con adultos en esta sociedad está
produciendo acciones dañinas a nuestros muchachos y en la nación. Los analistas Glenn y Nelson han encontrado lo siguiente en sus estudios:
La presión juvenil (peer pressure) corresponde estrechamente con el aumento de rebeldía, la resistencia, el abuso químico, y la promiscuidad.
Los niños que tienen fuertes percepciones de cercanía y confianza con adultos significativos son altamente resistentes a la influencia juvenil y son más fuertemente influídos por aquellos adultos que los valoran por quiénes son (Raising Self-Reliant Children in a Self-Indulgent World, 208).
Creo que necesitamos reevaluar nuestros modelos de programas de jóvenes, y analizar si estamos provocando aún mayor separación de las familias, o si estamos conscientemente programando para unirlas.
En nuestro ministerio hemos tomado pasos concretos para corregir lo que vemos como una tendencia nacional. Hace seis meses algunos de los ministros de nuestra iglesia, comenzamos grupos pequeños intergeneracionales.
Estos grupos están compuestos por niños, jóvenes, solteros y matrimonios casados. Nos reunimos cada semana para compañerismo, alabanza y para un tiempo de edificación.
Hemos tenido retiros juntos, al igual que hemos compartido la Cena entre nosotros. En agosto tendremos un campamento para la familia al norte de Orlando. Mi grupo pasa el fin de semana del 4 de julio (Día de la independencia de EE.UU) reunido en la casa de uno de los miembros, difrutando de un
deliciosa comida, y la piscina. La semana pasada uno de los jóvenes del grupo trajo la meditación acerca de cómo conocer la voluntad de Dios. Fue de gran bendicion.
Los padres y los jóvenes que están participando de estas experiencias se están dando cuenta de que sí podemos pasar dos o tres horas cada semana aprendiendo cómo celebrar la bendición de la familia unida. Estamos aprendiendo los unos de los otros. Todos tienen voz. Y la Palabra de Dios viene a ser nuestra guía al buscar la dirección de Dios para las oportunidades y problemas que confrontamos.
Todos los ministerios son diferentes. En tu ministerio con padres e hijos se puede crear otro medio para enlazar las familias. Lo importante es reconocer la tendencia que existe en las familias latinas en los Estados Unidos de distanciarse los unos de los otros.
Como escribió Mark DeVries, “El ministerio basado en la familia no consiste tanto de
como abandonar las formas tradicionales de los programas de jóvenes, sino como erigir una base sólida de conexiones con adultos cristianos maduros.”
Los jóvenes pueden continuar sus reuniones semanales y tener grupos especiales en hogares para alcanzar al inconverso, pero el futuro próspero y existoso del pueblo latino está basado en la solidez de su familia.
Roger Felipe es pastor de jóvenes de la Primera Iglesia Bautista de Coral Park en Miami Florida desde 1991. Ha recibido su B. A. del Miami Christian College, y su M.A.R. del Trinity Evangelical Divinity School. Ha estado involucrado en el ministerio juvenil por más de 13 años.
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